En la Manchuela conquense, zona de vastas extensiones de viñedo, dominadas por la variedad autóctona bobal, se erigió en 1956 una bodega- casa de labor cuando la viña comenzaba a robarle terreno y protagonismo a la siembra.
Ya por aquel entonces se tuvo fe en el potencial vitícola de estas tierras que conjugan la arcilla y el guijarro del hondo con la arena de la cuesta. Es ahí, en el Carril Cruzado, nombre del camino que surca la finca y que da nombre a nuestros vinos, donde el emparrado ha sustituido al tradicional vaso y donde se han adaptado perfectamente las variedades cabernet sauvignon, syrah, merlot, petit verdot y como no, la cencibel (tempranillo), variedad autóctona. 50 hectáreas componen el pago que, como una alfombra, envuelven la antigua casa de labor, asiento de las actuales instalaciones que apenas si han modificado su carácter rústico y acogedor.