Fundada a comienzos de los 90 por la familia Arzuaga Navarro, se alza cerca del Duero y adorna una carretera tan castellana como la que une Soria con Valladolid. Un canto a la piedra, sólida y rústica con evocación monacal por sus arcadas, torres a los lados y, en el centro, el campanario coronado por la veleta de los vientos.
Fuera la piedra y dentro la cálida madera del olmo dan la bienvenida al visitante y preparan su ánimo para probar unos vinos especiales.
Fue Florentino Arzuaga, un gran amante del vino, quien fundó Bodegas Arzuaga- Navarro tras comprar la Finca La Planta, situada en la localidad vallisoletana de Quintanilla de Onésimo, y lugar donde conviven la flora y la fauna de la zona. Una flora compuesta de pinos, encinas y sabinas y una fauna formada por jabalíes y ciervos, en ella vio el gran potencia de la finca que, por su dimensión, tiene horizonte propio, después vinieron las cepas, la bodega y el vino; un tinto como a él le gustaba: con esqueleto pero elegante, rotundo y complejo a la vez. La familia Arzuaga lleva en su ánimo la tenacidad del emprendedor pero con la sensibilidad por la estética y la perfección.