La historia de Castell d’Age es la de tres generaciones de mujeres: abuela, madre e hija. Su cuerpo es catalán. Su alma, suiza. Y su símbolo, el grifo.
El grifo es un ser mitológico, mitad águila y mitad león. Rey del cielo y también de la tierra. Y símbolo de Castell d’Age. Por eso, la nuestra es una historia de mujeres y dioses…
Unos dioses que han querido situar a Castell d’Age en el Alt Penedès. En la vertiente sur de la montaña de Montserrat, misteriosa y sagrada. En la pequeña localidad de La Beguda Baixa. Una tierra muy especial, predestinada a mantener las tradiciones más longevas de nuestros antepasados. Y, a la vez, abierta a las nuevas tendencias. Con un único objetivo: obtener unos vinos y cavas excepcionales.
Todo lo inició Aurèlia Figueras. Una mujer avanzada a su tiempo. Inteligente. Supo dar vida a las tierras que pertenecen a la familia desde hace más de 50 años.
Anne Marie Comtesse, natural de Suiza, inspiró la fundación de las cavas a finales de los años ochenta, ubicadas en una masía del siglo XVIII. Defensora de los productos de la tierra. Luchadora. Comprometida con el medio. Fue pionera en introducir el cultivo ecológico.
Olivia Junyent es hija y nieta de dos mujeres excepcionales. Heredera de la tradición de una forma de hacer las cosas. Con empuje. Juntamente con sus hermanos, representa las nuevas tendencias en el mundo de la viticultura ecológica.
Tres mujeres únicas para unos vinos y cavas únicos.