La Mancha se define por su acusada vocación vitícola casi más que por ninguna otra cosa, resultado de un conjunto de rasgos característicos, intrínsecos al mismo territorio, que lo hacen especialmente idóneo para la producción de uva y, como consecuencia de ello, para la elaboración de unos vinos de gran calidad y con unas peculiaridades muy definidas.
Visitar bodegas, alojarse entre viñedos, saborear la gastronomía, catar sus vinos y cavas, participar en sus fiestas populares, y descubrir el territorio con sus rutas culturales, el patrimonio arquitectónico de todas las épocas, las rutas senderistas y cicloturistas entre viñedos, forman parte de la oferta turística de La Mancha.
La Mancha cuenta, por tanto, con una vastísima tradición vitivinícola, que sumada a una serie de elementos característicos de tipo geológico, geográfico y climático que la definen, hacen de ella un territorio idóneo para producir una excelente uva y, posteriormente dar vida a un gran vino, con matices muy peculiares.
Se puede decir, en resumen, que La Mancha es la zona ideal para el cultivo de la vid, que produce en nuestro territorio unos frutos de extraordinaria calidad, maduración y salud. Por ello, los vinos manchegos se encuentran hoy día entre los más exquisitos y más prestigiosos del mundo, son degustados en toda España y también exportados a los cinco continentes, convirtiendo a Castilla-La Mancha ya desde hace muchas en la CC.AA. líder de España en cuanto a exportaciones de vino en volumen.
La D.O. La Mancha agrupa a 192 municipios de cuatro provincias castellano manchegas: Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Eso nos convierte en la Denominación de Origen vinícola más grande del mundo: la que acumula una mayor superficie de viñedo y la que alcanza una mayor producción anual.
La Mancha es, a grandes rasgos, un amplio altiplano. Una tierra sin grandes desniveles montañosos, con un relieve que se ha ido aplanando a lo largo de millones de años. Primero a través de la erosión del viejo Macizo Herciniano, la gran mole montañosa que con su formación hace más 500 millones de años hizo que por primera vez aparecieran tierras emergidas en el solar ocupado hoy por la Península Ibérica. Y luego con la acumulación de profundísimos depósitos sedimentarios sobre esa estructura montañosa previa ya fuertemente erosionada.
Este aislamiento respecto a los vientos húmedos y la altitud determinan la característica sequedad de la región, así como la elevada insolación y la continentalidad de sus temperaturas. De hecho, los datos pluviométricos son bajísimos en toda la región (casi siempre por debajo de los 400 mm anuales, normalmente entre los 300-350 mm); las oscilaciones térmicas fortísimas, tanto las diurnas (la diferencia térmica entre el día y la noche) como las anuales (con veranos donde los 40°C se superan ampliamente e inviernos donde no es extraño alcanzar los -15°C); y la insolación de más de 3.000 horas al año.
Para finalizar, ¿qué tipo de vinos puede ofrecernos la Denominación de Origen La Mancha? Como ocurría con las variedades, la amplitud de opciones es generosa y rica, siempre favorecida por las bondades de nuestro terruño para el cultivo de la vid. Éstos son los diferentes tipos de vino:
¿Y cuáles son las variedades que se pueden degustar bebiendo los vinos de nuestra DO? ¡Muchísimas! La diversificación varietal es una de los rasgos más llamativos de La Mancha. Las bondades climáticas y la amplitud de nuestro territorio nos permiten disfrutar de una riqueza varietal enorme, siendo posible obtener en La Mancha magníficos vinos no solo de variedades autóctonas sino, también, de gran número de variedades foráneas que encuentran en nuestro territorio el ambiente ideal para explotar toda su potencial.
Entre las blancas tenemos la clásica Airén –emblema de nuestra viticultura-, la Chardonnay, Gewürztraminer, Macabeo o Viura, Moscatel de grano menudo, Parellada, Pedro Ximénez, Riesling, Sauvignon Blanc, Torrontés, Verdejo y la Viognier.
Y entre las tintas tenemos las Bobal, Cabernet Franc, Cabernet Sauvignon, Cencibel o Tempranillo –nuestra uva tinta autóctona por excelencia y emblema de la viticultura española-, Garnacha tinta, Graciano, Malbec, Monastrell, Moravía dulce o Crujidera, Petit Verdot, Pinot Noir y Syrah.
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