Esta Denominación de Origen Protegida tiene su Consejo Regulador desde 1994. Esta pequeña isla encierra una gran diversidad de microclimas por su orografía y hace que en una extensión tan pequeña existan tres subzonas de la denominación. Además, sus terrenos son tan abruptos que hacen que los viñedos sean pequeños y las producciones limitadas.
Visitar bodegas, alojarse entre viñedos, saborear la gastronomía, catar sus vinos y cavas, participar en sus fiestas populares, y descubrir el territorio con sus rutas culturales, el patrimonio arquitectónico de todas las épocas, las rutas senderistas y cicloturistas entre viñedos, forman parte de la oferta turística de La Palma.
La Palma es la isla más occidental del Archipiélago Canario. Con una extensión de 708 km2 presenta una orografía abrumadora: Sus elevadas cumbres, profundos barrancos, zonas volcánicas y frondosos bosques, llenan de contraste y transparencia cada uno de sus lugares, de ahí que se la denomine frecuentemente «La Isla Bonita». Su altura máxima es el Roque de los Muchachos con 2.426 m., aunque casi toda la cordillera central de la isla sobrepasa los 2.000 metros.
Como el resto de las Canarias es de origen volcánico, distinguiéndose de todas las demás por el verdor de sus montes y la abundancia de agua, siendo La Palma la única isla canaria que tiene arroyos o pequeños ríos.
Dada la topografía tan accidentada de nuestra isla, la mayoría del viñedo se encuentra ocupando parcelas de superficies muy irregulares, caracterizándose por pequeñas plantaciones minifundistas, de baja densidad y escasos rendimientos, lo que dificulta muchísimo la mecanización.
Los viñedos se encuentran en laderas de pendientes pronunciadas, en las cuales se han construido bancales de superficie escasa, mediante obras, cuando menos espectaculares, de paredes de piedra seca, ocupando una franja de anchura variable, que rodea la isla casi de forma continua, entre los 200 y los 1.400 m, de altitud.
Un clima Atlántico con influencia de los vientos Alisios hacen de sus vinos una gran variedad.
La Palma conserva un patrimonio enológico incalculable. Los colonos que se establecieron en la isla durante el siglo XVI, trajeron hasta aquí variedades tan antiguas como escasas.
Malvasía, sabro, bujariego, gual, almuñeco, verdello, albillo, negramoll, listán prieto y listán blanco, son algunas de estas cepas, que se perdieron 300 años después de llegar a la isla, en casi todo el continente, durante la llamada crisis de la filoxera (plaga proveniente de América que asoló el viñedo europeo a finales del siglo XIX). El establecimiento de la Denominación de Origen Vinos de La Palma, reconocida en 1994, ha reforzado el interés por conservar y promover muchas de estas cepas, que estaban en trance de desaparecer.
Dentro de la Denominación de Origen de Vinos de La Palma, en la subzona Norte se autoriza la denominación «Vino de Tea» en el etiquetado de aquellos vinos blancos, rosados o tintos, que adquieren sus cualidades por envejecimiento en envases de madera del corazón del «Pinus canariensis» (tea). Esto les confiere características organolépticas propias y tradicionales. La barrica de roble o castaño ha sido aquí sustituida tradicionalmente por otra de esta madera.
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