La tierra, como la viña, necesitan de mucho amor para crecer de una cierta manera. Es emocional, un modus operandi clave para nosotros, que nos permite obtener un resultado óptimo después de muchas horas de trabajo y cuidado en nuestra bodega.
Nos preocupamos, además, por el entorno que tanto interviene en nuestros vinos: el sol de cada mañana, los insectos que merodean entre las piedras, los pájaros que anidan en los pinos, y hasta las amapolas que son polinizadas por las abejas.
Nuestros vinos reflejan este mimo y este ambiente, ese sol que tiene el Mediterráneo, la calidez de nuestro clima y la altura de nuestras sierras.